lunes, 22 de julio de 2013

VISIBILIZACIÓN

Quiere la ministra Mato hacer más visible la violencia de género y para ello ha propuesto incluir en las estadísticas no solo a las víctimas mortales, sino a las mujeres agredidas que hayan necesitado más de un día de hospitalización. Las demás, que muy probablemente son la mayoría -y desde luego la mayoría de los primeros episodios de maltrato-, las que sean dadas de alta antes de las 24 horas o simplemente las que vayan a su centro de día o a algún servicio de urgencias con sus ojos morados, con los dedazos de su agresor marcados en su cuello, con un brazo roto, con el labio partido, etc. seguirán fuera de esas estadísticas. Seguirán estando invisibilizadas, pero no son invisibles. 

No son invisibles. Sus familias, sus amigos, sus vecinos seguramente ven (o saben) qué está pasando en esa casa, pero prefieren pensar que no es así, que es un incidente, un accidente que no irá a más. Es posible que alguien convenza a la agredida para que no denuncie: lo hace porque te quiere; le vas a destrozar la vida; piensa en los niños. Es posible que alguien convenza a la agredida para que denuncie y ella no lo haga por miedo: si le denuncio me mata; si le digo que me quiero divorciar me mata. Es posible que nadie diga nada de nada, que nadie haga nada de nada, oiga lo que oiga al otro lado de la pared.

Sin duda es enormemente importante hacer visibles las consecuencias brutales de la violencia androcéntrica y machista, proteger a las maltratadas, darles herramientas legales y recursos materiales para defenderse de sus agresores hasta que se sientan totalmente seguras y a salvo. Pero, además, es fundamental actuar también antes y después de eso. Antes, en los primeros episodios, cuidando a la víctima y, sobre todo, acelerando la justicia para que el agresor cuanto antes deje de ser presunto y pueda ser estigmatizado socialmente. Después, haciendo un seguimiento de las condenas y los condenados, y de las consecuencias penales, económicas y familiares que han tenido sus actos.

Cuando se actualicen esas estadísticas, sabremos algo más, pero no tendremos más conocimiento de la barbaridad machista, ni una mejor herramienta para acabar con ella. Algo empezaremos a ganar cuando estos agresores sean vistos por todos como lo que son: varones que dudan tanto de su hombría que necesitan demostrársela; cobardes que descargan sus frustraciones y sus impotencias en quien consideran más débil; acomplejados de ellos mismos (en mi casa mando yo) porque de sobra saben que fuera de casa son unos mierdas. Y más ganaremos si alguna vez se consigue que las maltratadas tengan la certeza de que no se juegan la vida si denuncian a sus torturadores.

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