Durante estos últimos años está lloviendo tanta mugre política y económica, y de forma tan persistente, que la corriente va arrastrando cada vez más basura y, poco a poco, va taponando los ojos de ese puente metafórico que es la convivencia. Tanta mierda se está acumulando y de tamaño tan grande que hay riesgo cierto de que el puente reviente y se venga abajo.
Desde 2008 (particularmente desde el zapaterazo de mayo de 2010) venimos soportando una durísima crisis financiera que nos ha empobrecido a base de recortes brutales en el gasto público (en pensiones, en sanidad, en desempleo, en servicios sociales, en educación, etc.); de recortes en los derechos y condiciones laborales, cada vez más precarios (las tres reformas laborales no han servido para crear empleo, sino al contrario, para facilitar los despidos y rebajar sueldos y condiciones de trabajo); y de recortes en el ejercicio de los derechos cívicos (criminalizando, reprimiendo con dureza y multando las protestas de los movimientos sociales, desde el 15M a la PAH, pasando por todas las mareas ciudadanas).
A la basura anterior se ha venido sumando esa otra mugre que es la corrupción de tantos en tantas Instituciones (desde los aledaños de la Corona hasta Ayuntamientos insignificantes). Los casos de corrupción (los casos Gürtel, Nóos, los ERE de Andalucía, el Palau en Cataluña, la contabilidad de Bárcenas y un etc. demasiado largo) se amontonan y da la sensación (sin duda falsa, pero real) de que afectan a todos los partidos y a todas las Instituciones por igual y sin distinción. Sensación que se une a la de impunidad causada por una justicia lenta, patológicamente politizada y torpedeada permanentemente tanto desde dentro como desde fuera de ella misma (hasta el punto de aparecer la justicia misma ante los ciudadanos como sospechosa o poco fiable). Peor aún cuando los partidos implicados en lugar de perseguir esa corrupción se esfuerzan en taparla y en entorpecer las investigaciones.
La suma de todo esto, que no es más que un brevísimo resumen de toda la basura que se está acumulando, nos lleva a pensar que los ciudadanos estamos pagando (en todos los sentidos) la ambición desregulada de sistema económico y la corrupción descontrolada del sistema político. Por eso urge una reforma radicalmente democrática de un sistema cada vez menos democrático que sea capaz de expulsar a los corruptos y de desatascar las alcantarillas, porque no es posible que haya más gentuza deshonesta que ciudadanos honrados. Alguna vez tendremos que creernos en serio que la soberanía (la máxima autoridad) reside en nosotros.
Amigo Jesús, tu percepción de la realidad coincide con la mía: No sé si estará también acuerdo conmigo, que todo ello, dentro del Estado de las Autonomías que es inviable, ilógico y nos está llevando a todos a una ruina de la que no saldremos sino décadas después de que salga alguien con lo que hay que tener para reventar el chiringuito. Este país de apatía tiene lo que se merece: Una clase política nauseabunda. Hay cientos de miles de cargos públicos absolutamente inútiles en ayuntamientos, comarcas, mancomunidades, cabildos...preparémonos para tiempos oscuros, de más mentiras, de más desvergüenza.
ResponderEliminarSi algún día vienes por Córdoba, aquí tienes tu casa.
Un abrazo.
No creo que el Estado de las Autonomías, en sí mismo, sea ni bueno ni malo. Yo preferiría un Estado Federal, pero igualmente servirían unas Autonomías que ne la práctica funcionasen como Estados federados. Ni creo que la clase política sea toda ella (si es que se puede hablar de clase) nauseabunda, aunque sin duda hay entre los políticos (y entre los empresarios que los sobornan). gente corrupta. Ni creo que haya "cientos de miles" cargos públicos inútiles: repartir el poder, desconcentrarlo, me parece democrático y bueno. El problema es, me parece, en los gastos desmedidos que frecuentemente acompañan a esos cargos.
EliminarGracias, por tus comentarios.
Un abrazo.