El Consejo Europeo ha asignado un fondo de 8.000 millones de euros para fomento del empleo (sobre todo juvenil) y para dotar al Banco Europeo de Inversiones. Qué bien, qué buena noticia: ocho mil millones de eurazos. Una pasta. ¿Una pasta?
Para salvar bancos -sanear el sistema financiero, dicen muy finamente- se han destinado más de 800.000 millones, buena parte de ellos a fondo perdido. Cien veces más que para el paro. Para que fluya el crédito y se reactive la economía, dicen. Pero los bancos siguen sin dar créditos a las pequeñas empresas, asfixiadas por el bajón de ventas y los cobros y los pagos pendientes, ni a las familias en apuros a las que embargan sin piedad.
Si comparamos esos 8.000 con esos 800.000 vemos a las claras cuánto les importa el paro y cuánto el sistema; cuánto la gente y cuánto el capital. No sé si un día todo esto saltará por los aires, pero si ocurriera esos mismos que deciden estas cosas desorbitarían sus ojos si fueran perseguidos por una muchedumbre de hambrientos. Parece que quienes deciden estas barbaridades no se han parado a pensar ni por un momento que están asumiendo responsabilidades con todos esos a los que se les está haciendo sufrir; que sus trajes de marca no les dan ni inmunidad, ni impunidad; que sus corbatas tienen nudos corredizos. El sistema -este fundamentalismo neoliberal- es despiadado y cruel, y a todos nos hace crueles y despiadados.
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