Reformar la Constitución es perfectamente posible, pero no es fácil. Si se trata de una reforma general (o de hacer una nueva Constitución) o una reforma que afecte al Título Preliminar (la definición de lo que es España, la forma de Estado, la lengua, etc.), a los derechos y libertades del Título I y a todo el Título II (lo referido a La Corona), las condiciones para que se lleve a cabo la reforma son especialmente duras: mayorías de dos tercios en el Congreso (233 de 350 Diputados) y en el Senado (177 de 266 Senadores), disolución de las Cortes, convocatoria de elecciones generales, aprobación por dos tercios de las nuevas Cámaras y ratificación en referéndum. Para todo lo demás, las condiciones son más leves, pero también difíciles: aprobación de la reforma por tres quintos de las Cámaras, o de una comisión paritaria mixta (210 Diputados y 160 Senadores).
En esta legislatura, el PP cuenta con 185 Diputados y 161 Senadores; el PSOE, con 110 Diputados y 63 Senadores. O sea, ninguno de los dos partidos mayoritarios podría hacer en solitario una reforma, por pequeña que fuera, sino que tendrían que asociarse de alguna manera (como ocurrió hace unos meses cuando, a propuesta de Zapatero, apresuradamente acordaron reformar el artículo 135 para que Europa viesen lo sumisos que somos). Los pronósticos de todas las encuestas, a dos años largos de las elecciones, es que ambos partidos están en retroceso (el PP en franco retroceso), de manera que, si se cumplen las predicciones, aún tendrían más problemas para conseguir los números suficientes en ambas Cámaras.
El PSOE acaba de aprobar el documento Un nuevo pacto territorial: la España de todos, que, básicamente, propone la reforma en clave federalista (que ni aclara ni define) del Título VIII de la Constitución, que es el que se refiere a la Organización Territorial del Estado. Que la propuesta solo afecte al VIII, no es casual, claro, pero de sobra saben que no pasará de ser un documento interno: al PP no le interesa para nada este giro federalista, ni abrir más frentes; al nacionalespañolismo le parecerá mal y al nacionalcatalanismo le parecerá peor; y el resto de la izquierda echará de menos que no se incluyan en la propuesta de reforma de la Constitución otros asuntos tanto o más importantes que éste, empezando por la Corona.
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