No son, desde luego, los Estados Unidos de América santo de mi devoción política ni social (ni siquiera turística) y me molesta especialmente el tono imperialista / paternalista (o matón/fascista, según el caso) que se gasta con el mundo y, por ello mismo, con cualquiera de nosotros.
Aún con todo, debo reconocer que es un país capaz de elegir como Presidente (que tiene funciones ejecutivas), y por segunda vez, a un Obama demócrata, culto y negro después de la experiencia de un Bush Jr. republicano, escasito de conocimientos y blanco (entre la continua polvareda mediática del Tea Party, ultraliberal, ultraconservador y ultraprovocador).
He oído (y leído) con atención el discurso de Obama en su toma de posesión pública en Washington: bien construido y bien medido, sabiendo que será el último que pronuncie en un acto similar. Todo él gira en torno a las tres primeras palabras del preámbulo de la Constitución de 1776 (We, the People...) -de las que hablaba aquí no hace muchos post- que utiliza hasta en cinco ocasiones, tantas como ideas clave quería introducir.
Después de las concesiones a la parafernalia oratoria religiosa (todos somos iguales ante los ojos de Dios, etc.) y iusnaturalista (verdades evidentes, etc.), puso los pies en la tierra: EEUU no tendrá éxito si cada vez hay más gente que no puede cubrir sus gastos, porque también tenemos que ser iguales ante los ojos de todos nosotros; la libertad no puede ser solo para algunos afortunados, por eso hay que cuidar de los más vulnerables; tenemos obligaciones con las futuras generaciones; la paz duradera no exige guerras perpetuas (somos herederos de quienes ganaron las guerras, pero sobre todo de quienes ganaron la paz; la libertad individual va unida a la libertad colectiva: los derechos iguales tienen que ser, además, derechos reales que pueda ejercer cualquiera. Nosotros el Pueblo, la gente, los ciudadanos.
Sé que el sistema político en España es muy distinto; que nuestras liturgias políticas son distintas; que nuestra capacidad de intervención en el mundo no es comparable. Y sé que sería estúpido por mi parte esperar que alguno de nuestros políticos pronunciase un discurso así o siquiera parecido. O sea, que sé dónde vivo, vaya.
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