El invisible Rajoy, que es presidente del Gobierno y del
Partido Popular, a la vista de todo lo que está sucediendo con el escándalo de
los sobresueldos a los altos cargos del partido que dicen que pagaba Bárcenas, el
ex tesorero del PP, (negados por unos, reconocidos por otros) por una parte ha
encargado una investigación interna y una auditoría externa (como si eso
valiera para algo), y, por otra, ha sugerido un pacto de Estado entre todos los partidos en contra de la
corrupción y ha encargado a la vicepresidentita Sáenz de Santamaría que se
ponga a ello. Pero, mientras, sigue sin dar la cara para dar explicaciones.
Por su parte, la ronca Elena Valenciano, vicesecretaria
general del PSOE, ha propuesto en rueda de prensa (con una expresión poco
feliz y algo equívoca) un pacto de punto
final a la corrupción en España (esperemos que ese punto final no quiera ser algo así como una
amnistía, como un borrón y cuenta nueva).
También propuso Rubalcaba hace unos días un acuerdo político contra la corrupción.
Entiendo que en los asuntos de Estado que cabe discrepancia
ideológica y, a la vez, es conveniente una cierta unidad política, se pidan y
busquen pactos de Estado que garanticen (o promuevan) una cierta continuidad
(en exteriores, en defensa, incluso en educación y en sanidad, por ejemplo).
Pero no llego a entender muy bien a cuento de qué es necesario tal pacto para
acabar con la corrupción: bastaría con que cada partido asumiera que debe
limpiar sus alcantarillas a fondo, con contundencia y con publicidad. ¿En qué
necesitan ponerse de acuerdo? ¿Es que si los demás no lo hacen no hay que
hacerlo?
¿De verdad pueden decir en cada partido que no saben
quiénes, de una u otra forma, han metido mano en la caja o han puesto la mano
para cerrar los ojos? Si de verdad quieren acabar con la corrupción, que la
persigan en serio y no la tapen.
* Publicado en ElPlural.com. Opinión. Tribuna Libre. 22.01.2013.
* Publicado en ElPlural.com. Opinión. Tribuna Libre. 22.01.2013.
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