En Suiza o en algún otro paraíso fiscal (que es la versión capitalista del jardín del Edén), cuentas cifradas que ocultan identidades, cuentas opacas que esconden el origen del dinero que guardan, cuentas nada corrientes que siempre huelen a sospecha de algo turbio. ¿Quiénes tienen cuentas así?
Supongo que los titulares escondidos de esas cuentas son quienes tienen dinero que no quieren hacer público bien por su procedencia inconfesable, bien porque, oculto, escapa al tributo fiscal (a la vez que incrementa la carga fiscal a los demás) y conserva intacta la avaricia y la insolidaridad de quien lo posee.
Son grandes fortunas, seguramente, tan grandes que no es posible gastarlas en una vida y mantendrán a salvo a no sé cuántas generaciones de descendientes. Pero da igual, porque para sus propietarios sin nombre seguramente no es suficiente: la avaricia y la ambición son insaciables y nunca tienen límite, nunca se colman (como los deseos).
¿Quiénes pueden tener cuentas así? Seguramente los que entienden el poder como la posibilidad de comprar voluntades a voluntad porque en su día vendieron la suya; los que creen que en medio de estos paraísos está el árbol del poder.
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