
No quiero aburrir, pero también es llamativo, viendo los datos despacito -insisto-, que casi el 80% son empresitas dedicadas a servicios -bares, talleres, etc.- y pequeños comercios -la tienda de la esquina, como quien dice-. Y casi el 90% jurídicamente son propiedad de personas físicas -el dueño de la tienda- o sociedades de responsabilidad limitada -normalmente familiares-.
Que esos pequeños negocios desde hace años viven en una economía modesta, que mal que bien les ha ido permitiendo vivir -frecuentemente dejándose parte de esos modestos beneficios en los intereses de las líneas de descuento bancarias a las que necesitaban recurrir para ir tirando- es evidente; que esas microempresas, que son una parte importantísima del tejido empresarial -como lo llaman-, están siendo vapuleadas por los efectos de la crisis (falta de crédito, escaso consumo, aumento de gastos -alquileres, luz, teléfono- y de impuestos directos e indirectos) es también muy evidente. Tan vapuleadas como los asalariados, los parados, los jóvenes, los jubilados, etc.
Tejido empresarial. Tiene su gracia. Supongo que cada vez habrá más de estos microempresarios que entenderán que son tan obreros como los obreros asalariados y tan explotados como ellos; que las reformas del mercado laboral no están pensadas para estas miniempresas, sino para esas otras macroempresas, desubicadas, de capital oscuro e ingeniería financiero/fiscal de alto nivel; que ellos son mano de obra para esas empresas que les subcontratan -en los dos sentidos del término-; que cuando el fundamentalismo neoliberal les llama emprendedores les está tomando el pelo.
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