sábado, 13 de abril de 2013

DÓNDE ESTÁ EL MOVIMIENTO OBRERO (II)

Que el capitalismo ha ido ajustando sus herramientas ideológicas, de lucha política y de lucha económica de clases, a las condiciones que en cada momento tenía al su alrededor es, me parece, causa de su éxito: en cada tiempo ha exprimido al máximo la situación donde ha podido y tanto como ha podido.

No fue el pacto socialdemócrata una concesión generosa del capitalismo liberal, sino el instrumento que encontró para seguir explotando recursos y trabajo. La paz social (negociación de condiciones salariales y de seguridad, ausencia de huelgas, defensa de la productividad, etc.) no fue un regalo liberal, sino la consecuencia de la fuerza del movimiento obrero y de sentirse amenazado por la alternativa del socialismo real. Contrafácticamente bien podríamos decir que si no se hubiesen dado ninguno de esos dos elementos (la presión sindical y las economías planificadas del otro lado del muro) no habría salido de ellos ninguna propuesta para mejorar las condiciones laborales.

De hecho, cuando ambas trabas han desaparecido se han puesto manos a la obra para desandar todo el camino recorrido en aquellos años del Bienestar (eso que nuestra Constitución llama Estado Social y Democrático de Derecho y que va quedando como pieza de museo). El neoliberalismo hoy hace lo que quiere porque no tiene ninguna oposición de peso (ningún contrapeso).

Bien al contrario, el movimiento obrero sigue empeñado en utilizar las mismas herramientas que ha venido utilizando desde aquel pacto: la negociación, las huelgas menores, alguna huelga general protolocolaria, las manifestaciones populares, consignas coreadas... y poco más. Y, para más inri, en el imaginario los sindicalistas son equiparados a los cada vez más desprestigiados políticos (otra herramienta -esa de culpabilizar genéricamente a los políticos- que ha sabido utilizar el neoliberalismo y que le está permitiendo irse de rositas de la crisis que él mismo ha causado).

Las movilizaciones a través de la red y las redes sociales de acampadas, asambleas, iniciativas populares y últimamente de escraches, por poner solo unos pocos ejemplos, son nuevas herramientas, pero aún son enormemente frágiles (líquidas, como diría Bauman), pendientes de que los ciudadanos no se descuelguen con un simple ¡clic! que les desconecte. La reconstrucción de los sindicatos de clase podría dar a esas acciones la estabilidad necesaria para hacerse sólidas.

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