Mientras la dirección actual del PSOE insiste en que aún no toca hablar de primarias y mucho menos de posibles candidatos para sustituir a Rubalcaba, no dejan de salir nombres de posibles sustitutos, sean Chacón, López, García Page o recientemente Madina, da igual. Da igual porque creo que, hoy por hoy, el problema del PSOE es mucho mayor que el de unas primarias o el de una sustitución de personas y/o de equipos: lo que se están jugando de verdad es la desaparición del partido y parece que esa es una hipótesis que ni siquiera se está planteando porque implícitamente todas las partes aceptan y asumen que puede haber una pérdida sustancial de votos y de escaños, que se puede perder el segundo puesto (del primero ya ni se habla), pero ¿desaparecer? ¡imposible! Descartar esa posibilidad es uno de los tres errores actuales.
Tres, porque a este error habría que añadir al menos otros dos: el de Rubalcaba y su equipo creyendo que serían capaces de remontar una vez que sumaran el desgaste de Rajoy por el desencanto de muchos de los votantes del 20N de 2011 (que verían que la situación no solo no mejora, sino que empeora con el PP); y el de los contrarios a Rubalcaba, creyendo que su sustitución por otra persona (y otro equipo) con un proyecto distinto (socialista) es la solución al desastre actual del partido.
Creo que ambas posturas son erróneas porque, por una parte, ya está suficientemente claro que los electores desencantados del PP ni siquiera miran de reojo al PSOE como alternativa; y, por otra, porque el problema real es que los electores del PSOE no se fían del PSOE . No digo de Rubalcaba, o de Valenciano, o de Chacón, etc. digo que no se fían del PSOE. Sea quien sea quien se haga cargo del partido. Y porque cada vez hay más que no se fían es por lo que el riesgo de desaparición es real (véanse al hilo de esto las significativas subidas en los sondeos de IU, de UPyD y de los abstencionistas).
Si hay solución, pasará por un proyecto nítidamente socialista (obrero y socialista), sí, pero sobre todo, por asumir con dignidad las pérdidas (y los errores) y por un trabajo honesto, riguroso, lento y absolutamente fiable y transparente de los militantes, de los dirigentes y de los (pocos) cargos institucionales que les queden. Así hasta ganar de nuevo la confianza de los ciudadanos.
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