jueves, 4 de abril de 2013

¡QUÉ IMPUTADA!

En cualquier Estado democrático la presunción de inocencia, esto es, que todos somos inocentes hasta que se demuestre la culpabilidad, es siempre uno de los derechos fundamentales garantizados y protegidos. Y así debe ser, sin duda, porque tal presunción no es simplemente una cuestión de libro de estilo (anteponer la palabra presunto al acusado de delito), o de respeto formal (tratar a cualquier ciudadano como inocente hasta que se demuestre que no lo es), sino una cuestión de derechos cívicos. 

Que todo ciudadano sea inocente hasta que se demuestre lo contrario implica al menos dos consecuencias enormemente serias: que el acusado de delito no tiene que demostrar su inocencia, sino que es la acusación la que debe demostrar la culpabilidad; y, más allá, que el acusado de delito puede no declarar, no contestar a lo que se le pregunte o contestar solo a las preguntas que quiera contestar, y, sobre todo, que no tiene por qué decir la verdad -al contrario que los testigos, que sí están obligados-, o sea, que puede mentir.

Sobre la imputación de la hija del Rey, Cristina de Borbón, prácticamente todos los medios (y los personajes preguntados) han coincidido en dos ideas: que es un hecho muy grave (histórico) que tendrá consecuencias negativas (para ella misma, para la Corona y para la marca España), y que es una prueba de que la justicia en España es igual para todos. Y, salvo de alguna cosa, lo cierto es que discrepo de casi todo.

De lo más obvio que discrepo es de esa coletilla patentemente falsa: la justicia es igual para todos. No, no lo es para todos. Como mucho para casi todos porque hay al menos un ciudadano constitucionalmente inmune y, por ello mismo, impune: el Rey, a quien la Constitución declara inviolable y no imputable penalmente. Que además esa inmunidad tácitamente se ha hecho extensible a otros miembros -hasta ahora- es bastante evidente y precisamente por eso ha sorprendido la imputación.

Pero discrepo, sobre todo, de que la imputación sea perjudicial para ella (sí para su imagen, claro, pero nada más): pudiera ocurrir que precisamente haya sido imputada para protegerla. Si fuese llamada como testigo no podría negarse a contestar y estaría obligada a decir la verdad. Como imputada tiene garantizada la presunción de su inocencia, con las consecuencias que hemos visto más arriba. Otra cosa: estar imputado en la fase de Instrucción no significa estar imputado cuando se celebre el juicio. Habrá que ver qué pasa entonces.

En lo que sí coincido es que esto es otro borrón para el Borbón, que cada vez está más cerca de tener que irse (o abdicar).

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