La colaboración en Europa entre el liberalismo y la socialdemocracia durante la segunda mitad del siglo pasado y los primeros años de éste, alternándose partidos de uno y otro signo en el poder con propuestas particulares distintas sobre principios generales comunes e incuestionables, fue construyendo el imaginario colectivo político y social.
Los principios originarios de las revoluciones liberales del XVIII y XIX (libertad, igualdad, fraternidad) fueron sutilmente deslizándose hacia nuevas interpretaciones y expresiones: la libertad se transformó en libertades formales -civiles o políticas-; la fraternidad, en solidaridad primero y luego en cooperación. Y la igualdad, demonizada como igualitarismo, se presentó únicamente como igualdad de oportunidades.
En el sistema capitalista la igualdad inevitablemente es tabú, porque precisamente se fundamenta en las desigualdades. Si hay alguna igualdad, es solo por equivalencia entre precio y producto, y tal equivalencia fluctúa siguiendo las leyes del mercado. O lo que es lo mismo: no hay -ni puede haber-igualdad. Los partidos socialdemócratas, teóricos defensores de la igualdad, aceptaron desdibujarla hasta hacerla compatible con la desigualdad exigida por el sistema. Eso es la llamada igualdad de oportunidades: una igualdad vergonzante, una falsa igualdad, una desigualdad.
Ahora que el capitalismo no tiene freno y se impone como sistema único (y hasta como pensamiento único), ahora que las desigualdades de ensanchan y los ricos cada vez son más ricos y los pobres cada vez son más pobres -como predijo Marx analizando en serio el sistema capitalista-, ahora, digo, los partidos socialdemócratas tendrían que caerse del guindo y volver a hacerse socialistas y reivindicar sus señas de identidad: la libertad, la igualdad, la justicia y la lucha contra toda explotación.
La igualdad, si lo es verdaderamente, no es de salida -la de oportunidades-, sino de llegada -de resultados-. La igualdad no podrá estar al principio del recorrido vital si no es después de que haya estado al final de lo recorrido.
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