domingo, 10 de marzo de 2013

DEL REPUBLICANISMO A LA REALPOLITIK*

[Casi como continuación de la entrada de ayer, recupero éste de diciembre de 2010 porque anticipa bien lo que después pasó -aunque no era difícil preverlo- e insiste en lo que, desde mi punto de vista, no se debe hacer]

Durante los seis años que median entre el 11 de abril de 2004 y el 12 de mayo de 2010 la línea argumental de la política del Gobierno fue deliberadamente el republicanismo del profesor irlandés Philip Pettit. Frente a la clásica distinción entre libertad negativa (la libertad como ausencia de obstáculos o como espacio de no-coacción o libertad de) y libertad positiva (la libertad como autonomía personal o como condición de participación o libertad para) que desarrolló el profesor Isaiah Berlin, el republicanismo de Pettit se centra en la libertad republicana o libertad como no-dominación: la eliminación de impedimentos para posibilitar la participación ciudadana en condiciones de igualdad de quienes están en posición vulnerable.

Las leyes emblemáticas de esos seis años van exactamente en esa dirección: la Ley de Igualdad, la Ley contra la violencia de género, la que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo y lo que se deriva de ello, la Ley de Dependencia o la Ley de Memoria histórica, por ejemplo, no hacen sino proteger y extender derechos reconocidos para todos pero de facto impedidos para algunos, eliminando obstáculos físicos, sociales o culturales a través de la ley.

Que esa extensión de derechos y libertades genera gastos para el Estado es evidente. Que en este tiempo de crisis financiera, económica y productiva es una política difícil de llevar a cabo y aún más difícil extenderla, es igualmente obvio. Tan obvio como que ese modo de entender la libertad es abiertamente contrario a las tesis neoliberales de reducir el papel y el gasto del Estado. En ese sentido, sí es posible entender esta política como de izquierda, coherente con las tesis socialdemócratas (y socialistas), y como un nuevo desarrollo del Estado de Bienestar.

Pero algo se quebró en aquella semana del 12 de mayo pasado, cuando el Gobierno comenzó a anunciar las duras medidas para recortar el gasto y el déficit del Estado. Desde ese día, nuevas medidas de recorte se han ido sucediendo y nadie descarta que aún puedan anunciarse algunas más.
Parece que el Gobierno, apurado por la situación financiera y económica, ha decidido aparcar su republicanismo y, rendido ante las presiones políticas y económicas del neoliberalismo dominante, echarse en brazos de una realpolitik económica.

Y tres son, al menos, los problemas que se derivan de ese cambio: el primero, que identifica la situación político-económica actual con la realidad político-económica, proyectándola invariable hacia un futuro supuesto pero no conocido; el segundo, que las decisiones de esa realpolitik son abiertamente contradictorias con el republicanismo practicado hasta ahora y, más allá, con las políticas socialistas en general; el tercero, que esa contradicción desconcierta y confunde a los votantes socialistas que, posiblemente, preferirían la insumisión y no el sometimiento.

Es en este contexto en el que se habla de la posible sustitución Zapatero, incluso antes de la convocatoria electoral, y se barajan nombres para reemplazarle (desde Rubalcaba a Bono, desde Blanco a Chacón, desde alguno de los líderes regionales a un tapado). Sin embargo, creo que el problema no es de nombres, sino de políticas: de nada serviría que Zapatero fuese sustituido por uno u otro si su sucesor insistiera en políticas similares a las que hoy mantiene el Gobierno, por mucho y bien que las explicara, porque son precisamente esas políticas las que están alejando al electorado.

* Publicado en ElPlural.com. Tribuna Libre. 19.12.2010

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