[Aprovecho estas vacaciones de primavera, camino de la playa, para no trabajar (no escribir) y publicar aquí artículos de hace tiempo relacionados con el inicio de la crisis]
Dijo el Presidente francés, el Sr. Nicolas Sarkozy, que el objetivo era “refundar el capitalismo”. Hace pocos días, el Presidente saliente de los Estados Unidos de América, el Sr. George Bush, en cambio, insistía en que no debe refundarse nada, sino reformar y corregir los defectos del sistema capitalista, porque el libre mercado sigue siendo la mejor opción. Ya se verá al final.
Por el momento, lo cierto es que, seguramente por primera
vez, hay una Cumbre mundial (o casi) en la que no están sentados sólo los
vencedores (como ha ocurrido después de las dos grandes guerras) sino los
perdedores, porque, en esta crisis, todos somos perdedores. De ahí la importancia de la Cumbre y de las reuniones y
grupos de trabajo que salgan de ella: todos tendrán que acordar, de una u otra
forma, cómo salir del atolladero de la mejor manera posible para todos. O sea,
que quieran o no, de estos encuentros saldrá un nuevo orden internacional no
sólo económico, sino en todos los sentidos: de aquí saldrá un nuevo equilibrio
de fuerzas mundial.
Seguramente no es esperable que a las reuniones acudan los
representantes, como querría John Rawls, “con el velo de la ignorancia” que les
permita razonar desinteresadamente, ni que se produzca, como desearía Habermas,
una “comunidad ideal de habla” en la que, desinteresadamente, se acepten sin
prejuicios los mejores argumentos. Seguramente es más esperable que, al menos
al principio, cada país (o cada región geopolítica) intente asegurar la mejor
posición posible y ventajosa para sus ciudadanos. De ahí, quizá, la importancia
que el Gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero dio desde el principio a esta
Cumbre. Y de ahí la importancia que el Sr. Sarkozy (pero no la Sra. Merkel) dio
a la participación de otro país del sur de Europa (España) teóricamente
representado ya por la Unión. Si es así, la Cumbre fracasará porque no podrán
alcanzarse acuerdos globales.
Los países del G-8 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran
Bretaña, Italia, Japón y Rusia), los del G-20 (Arabia, Argentina, Australia,
Brasil, China, Corea, India, Indonesia, México, Sudáfrica y Turquía), La Unión europea, más los
incorporados al final España y Holanda, tienen una ocasión excelente para
reconstruir lo que ya ha dañado la crisis (y lo que dañará) y rediseñar el mundo
post-crisis de otra manera. Y, más allá de las recetas técnicas económicas o
los mecanismos de control de activen, desarrollo, sostenibilidad y eliminación
de la pobreza deberían ser asuntos prioritarios.
La Cumbre no acabará en Washington y en enero de 2009 el
Presidente Electo de los Estados Unidos de América, el Sr. Barack Obama, tomará
posesión de su cargo. En campaña ya habló de “multilateralidad”, de hablar y
acordar junto a los demás los asuntos que afectan a todos. Y aquí tendrá una
excelente ocasión para poner en práctica esas ideas. Por supuesto que en todo este proceso no faltarán los
agoreros de turno profetizando que “el mundo se rompe”, ni los miopes políticos
que no vean más allá de sus fronteras y sus votos, ni carroñeros que intenten
presentar los acuerdos como pérdidas. Pero de éstos no es el futuro.
Diecinueve años después de la caída del Muro de Berlín (y la
posterior caída del régimen comunista de la Unión Soviética), en aquel
noviembre de 1989, en este otro noviembre (con un capitalismo herido por su
soberbia y su desmesura) debería hacerse lo que entonces no se hizo: construir
los nuevos equilibrios y establecer un orden más justo (o al menos más decente)
en las relaciones internacionales de poder.
* Publicado en ElPlural.com Opinión. Vaca Multicolor. 15.11.2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario