domingo, 17 de marzo de 2013

HABENT PAPAM FRANCISCUM

Los católicos del mundo y la Santa Sede ya tienen nuevo Papa y, por ello mismo, el teocrático Estado de la Ciudad del Vaticano ya tiene nuevo Jefe de Estado: el jesuita argentino Jorge Bergoglio, que reinará con el nombre de Franciscus.

Como es nuevo, todos los que están interesados en el tema están más que atentos a todo lo que dice y lo que calla, a todo lo que hace o no hace, para intentar averiguar por dónde irá su pontificado, si por el conservadurismo rancio, por el reformismo moderado o por una modernización radical; si por el compadreo con el poder o por la fraternidad con los pobres. Ya se verá.

Hoy toda la prensa recoge, en caracteres grandes, las palabras que dijo Franciscus en la primera reunión que ha tenido con los periodistas: ¡Cómo me gustaría una iglesia pobre para los pobres! ha dicho. Y creo que merece la pena detenerse en esas palabras porque el lenguaje nunca es ni neutral ni inocente.

No ha dicho el nuevo Papa cómo me gusta una iglesia... etc., sino cómo me gustaría, de manera que la frase, evidentemente, no es una expresión que describa un hecho objetivo, sino una exclamación que expresa un deseo: una iglesia pobre... etc. Pero solo se desea lo que no se tiene (incluso se desea lo imposible: ¡cómo desearía volver a tener 20 años!, y el deseo de no perder lo que se tiene no es realmente deseo, sino temor a perderlo, que es otra cosa), además, el deseo como tal no mueve a la voluntad (que es el querer hacer), sino que puede quedar en desidia (en un quedarse sentado deseando lo deseado). Otra cosa sería si hubiese dicho quiero una iglesia... etc. Pero no.

Así que bien podemos extraer dos conclusiones provisionales desde la exclamación pontificia: que la iglesia ni es pobre ni es para los pobres (solo se desea lo que no se tiene) y que Franciscus, al menos por ahora, se mueve en el terreno del deseo -del estar sentado- y no en el de la voluntad -del querer hacer-. O sea, que ya se verá.

Post scriptum: no sé por qué me recuerda éste a aquel Papa de 1978, aquel Iohannes Paulus que que murió sospechosamente apenas un mes después de ser elegido (cuya muerte parece que se recrea en la ficción de El Padrino III).

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